Se dice que en un ovillo de algodón y desde la Isla del Gallo se envío al Gobernador de Panamá D. Pedro de Los Ríos, una denuncia a la arbitrariedad de Pizarro, frente a la hueste enferma y cansada cuando se disponían sobre la Conquista del Perú. La denuncia según nos enseñan al final de la misma contenía una copla al final de la misma se rezaba lo siguiente:
“Pues señor, gobernador Mírelo bien por entero Que allá va el recogedor Y aquí queda el carnicero”
Partidos de Panamá en 1524, los soldados de Francisco Pizarro pasaron 3 años de penalidades en la región ecuatorial de Colombia que ellos denominaron “la tierra de los manglares”. El Cronista Miguel de Estete se mofaba de tal nombre, porque “en ella no había una pulgada que no fuera de árboles y fango”.
Los aborígenes vivían en barbacoas construidas en lo alto de los árboles, se alimentaban de “palmitos” y raíces y tenían festines periódicos con carne humana.
Pizarro y sus compañeros llenos de calamidades se alimentaban solo de cangrejos, maíz y agua salobre. La jungla les era hostil; fiebre, verrugas cuando no flechas envenenadas era la realidad de aquellos hombres que tenían que enfrentarse al ataque de los indios que dejaron a Pizarro con muchas heridas y a Diego de Almagro con un ojo menos.
La selva la mayor enemiga, había ya derrotado a Pizarro. El dilema que se le presentaba después de tres años de andanzas estériles era el de perecer o volver a Panamá. Pizarro prefería lo primero, pero sus tropas clamaban por el regreso.
Ya en la Isla del Gallo (que él había llamado La Magdalena), los soldados hambrientos y enfermos tramaron el primer motín de nuestra historia: reclamaron a Pizarro volver inmediatamente a Panamá. Pizarro prohíbe que sus hombres se quejen al Gobernador de Panamá, pero una carta firmada por 14 soldados (entre otras firmadas por Antón Cuadrado; Alonso Gallego; Gonzalo Hernández) logran burlar la vigilancia de Pizarro y llegar a Panamá. Y es aquí cuando nace la leyenda de la copla…
La copla se dice nacida en la isla del Gallo en 1527. Pero antes de 1553 nadie la menciona. No consta en ninguna crónica.
No es sino en 1552 cuando Gómara cuenta que la carta acusadora fue enviada por un soldado llamado Juan de Saravia (trujillano como Pizarro), dentro de un ovillo de algodón a Pascual de Andagoya.
En 1553 Cieza de León en su “Crónica del Perú”, transcribe la copla, pero dirigida al señor gobernador (De los Ríos).
Pedro Pizarro en 1571, dice que la copla fue escrita por uno de “los trece de la Isla del Gallo”.
El Inca Garcilaso la había escuchado muchas veces cuando era niño y vivía en Cuzco, luego ya en Sevilla le complació encontrarla copiada en el libro de Gómara (quien fue el primero en darle vida impresa).
“Estos versos-dice Garcilaso- oí muchas veces en mi niñez a los españoles que contaban estos sucesos de las conquistas del Nuevo Mundo y los traían de ordinario en la boca como refrán sentencioso que había sido de tanto daño a los caudillos. Porque del todo le deshicieron la empresa perdidas sus haciendas y el fruto de tantos trabajos pasados. Después cuando los tope en España en la Crónica de Francisco López de Gómara holgué mucho de verlos con la recordación de mis tiempos pasados…”.
D José Toribio Medina publicó las cartas de los soldados de Pizarro dirigidas desde la isla del Gallo a Panamá, que se conservan en el Archivo General de Indias (Sevilla), junto con el proceso seguido en Panamá para hacer regresar a Pizarro de su temeraria empresa. Pero en ninguna de las cartas aparece la famosa copla. La carta colectiva a D. Pedro de los Ríos esta firmada por Hernando, Bernaldo, Pedro Gregorio, Juan Descobar, Antón Cuadrado, Cristóbal de Burgos, Diego de Rojas, Martín de Alfaro, Martín Pantoja, Maestre Bartolomé Carpintero, Francisco Rovaldi, Maestre Baltazar, Juan de Villanueva. Al pie de la carta dice que “…los demás no firmaron porque el dicho Capitán –Pizarro- los amenazo diciendo que se juntaban bellacos en cuadrillas y por eso no se dejo…” (Con esto se desmiente por completo el mito del analfabetismo de los conquistadores del “Imperio Incaico”)
En ninguna parte aparece el ovillo de algodón ni el soldado Saravia apuntados por Gómara. El único echo histórico acreditado es el que en la Isla del Gallo hubo un conato de motín contra Pizarro y que un grupo de conquistadores (entre los que NO estuvo ningún Saravia), escribió al Gobernador Pedro de Los Ríos quejándose del rigor de la jornada, de la escasez de víveres y pidiéndole que enviara un refuerzo de 200 hombres para continuar la conquista o un buque que los recogiera y los devolviera a Panamá.
Esa misiva determino el envió de un buque al mando de Juan Tafur que recogió a los 80 hombres que quedaban de los 300 que habían iniciado la empresa y dejo a los 13 soldados que, con Pizarro incluido, quisieron quedarse para continuar el descubrimiento del Perú (Mismos a los que la historia les llamara “los 13 de la fama”).
Notamos hasta aquí que la coplilla, no fue echa ni documentada sino hasta mas de 20 años después del motín ocurrido en la Isla del Gallo contra Pizarro.
***
En mayo de 1532 Pizarro llega a Tangarara. Un expediente del Archivo de Indias, revela que en La Puna el Tesorero Alonso de Riquelme, se apodero de una embarcación y hace vela rumbo a Panamá. Pizarro se entera de la huida, cogió otra embarcación y alcanza al fugitivo cerca de la Punta de Santa Elena y le obliga a regresar. Esa noche, la tropa que estaba alterada por las maliciosas incitaciones de Riquelme, vio a este cenar en la mesa del Gobernador quien se mostraba mas cordial que de costumbre. La insurrección que posiblemente hubiera seguido, si Riquelme consigue escapar, estaba dominada.
El mentiroso Pedro de Candia, había descrito a Tumbes como una ciudad con suntuosos palacios e inmensas riquezas. Cuando llegan los conquistadores solo encuentran un pueblucho casi despoblado. Es lógico que dudaran de las supuestas riquezas del Imperio de los Incas (o del Cusco, como en aquel entonces se le llamaba).
Los enemigos del Gobernador, con Riquelme a la cabeza, atizaban el malestar contra Pizarro. Y es aquí cuando aparece la “copla” y Juan de la Torre.
Una mañana en San Miguel de Piura se halló clavado en la puerta de la iglesia una hoja difamatoria contra el Gobernador Pizarro y sus hermanos. Al final de la hoja decía:
“queda allá el recogedor Aquí llego el carnicero”.
La expectación debió ser inmensa entre los lugareños. La empresa amenazaba con perderse si se debilitaba la autoridad del jefe.
Pizarro ordenó inmediatamente una investigación, misma que llevaron a acabo Hernando de Soto y Cristóbal de Mena.
Para descubrir al culpable se ordenó que los soldados sospechosos copiaran algunas líneas que les fueron dictadas. Hecha esta operación se descubrió que la letra más aparecida a la del libelo era la de Juan de la torre (uno de los “trece de la fama”). Enseguida fue apresado y se recurrió al tormento delante del Capitán Cristóbal de Mena que era el Justica de la expedición. Juan de la Torre confesó ser el autor del escrito.
La rebelión en una expedición militar tenia que ser castigada con la máxima pena: la muerte. Juan de la Torre fue sentenciado a la horca, ante la consternación de los demás soldados. Pero llegada la mañana de la ejecución, Pizarro que aborrecía los actos de sangre, cambio la pena por el exilio y el verdugo corto a Juan de la Torre, públicamente las yemas de los dedos de la mano derecha.
Juan de la Torre fue enviado a Santo Domingo, unos dicen que fue exiliado del Perú, otros que se fue a quejarse a La Real Audiencia. El hecho es que se quedo a vivir en la isla de Santo Domingo.
Pero en la historia de Perú encontramos que en 1540 De la Torre participa de la Fundación de Arequipa, siendo su primer Alcalde Mayor y Regidor Perpetuo con repartimiento de indios. Todo con merced de Pizarro.
¿Cómo fue posible que De la Torre regresara al Perú y cómo Pizarro lo permitió? Según el documento del Archivo de Indias, años después de ocurrido aquello se celebro un jubileo. Los conquistadores hicieron un ayuno de tres días.
El sacerdote de aquella población el padre Morales aseguro haber recibido en secreto de confesión, la verdad sobre el verdadero autor del libelo. “e después que el dixo padre Morales dio el sacramento a los españoles dixo públicamente en el altar como lo que avian echo a Juan de la Torre y entonces el padre Morales lo escrivió al dixo Marqués… y lo dio a entender a todos…”
Al recibir Pizarro la noticia envió un mensajero a Santo Domingo a buscar a Juan de la Torre. Este regreso inmediatamente al Perú, los testigos dicen que Pizarro al abrazar nuevamente a La Torre “lloró con él por ello el dicho Marqués”. Para reparar este primer error judicial de la historia peruana, Pizarro hizo a Juan de la Torre vecino y regidor de Arequipa y le dio la Encomienda de indios de la Maguana.
A consultar:
Henry Kamen: Imperio John Hemmig: “La conquistas de los incas” Conde de Canilleros: “Un error judicial” ABC (27 de febrero de 1971)
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