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martes, 24 de septiembre de 2013

LOS CRIMENES DE GUERRA DE LOS BRITÁNICOS EN LAS MALVINAS

Revelan otros crímenes de guerra en Malvinas

Información general
Un nuevo libro escrito por ex oficiales británicos da los nombres de dos responsables de atrocidades cometidas contra soldados argentinos.
 
FUENTE:http://www.lanacion.com.ar/167670-revelan-otros-crimenes-de-guerra-en-malvinas
LONDRES.- El último libro sobre la Guerra de las Malvinas "Green Eyed Boys" de Adrian Weale y Christian Jennings marca un hito en catorce años de rumores sobre crímenes de guerra durante el conflicto de 1982. Porque a diferencia de muchos otros que se apilan en las librerías este nombra por primera vez no sólo a dos presuntos criminales de guerra sino también a quienes los señalan como tal.
El libro señala como responsables de atrocidades a un soldado retirado Gary Sturge y a otro fallecido Stewart McLaughlin. Según testigos Sturge entonces un corporal (primer rango en la suboficialidad del ejército británico) en el tercer batallón del regimiento de paracaidistas habría fusilado a un soldado argentino herido en la batalla de Monte Longdon.
Según aseguró el capitán Tony Mason Sturge al enterrar a 23 caídos en el combate encontró al soldado herido y aunque recibió ordenes de llevarlo con los demás prisioneros se alejó del grupo desenfundó una pistola y pese a los ruegos del argentino que a los gritos le mostraba un crucifijo para indicarle que él también era cristiano le disparó en la cabeza.
Mason quien habría declarado ante Scotland Yard aseguró que Sturge tuvo un ataque de demencia.
El otro caso que ahora salió a la luz es el de McLaughlin quien aunque demostró coraje en combate fue privado de honores póstumos por la grosera colección de orejas que había arrancado del enemigo.
McLaughlin quien murió en un ataque de mortero tras haber luchado con una bala en la espalda durante varias horas habría arrancado uno de sus infames "trofeos" de un soldado todavía vivo según revelan los autores del libro.
Lo que mayores controversias ha despertado en Londres no son tanto las revelaciones en sí sino la aparente ausencia de medidas disciplinarias aunque algunos aseguran que Sturge fue arrestado culpado y enviado de vuelta a Inglaterra en un barco separado del resto del regimiento.
Pese a que muchos de los que testimoniaron en el libro lo habrían hecho ante Scotland Yard la ausencia del cuerpo del soldado argentino en el lugar donde se dice que fue enterrado el hecho de que Mason haya contado que vio caer el cuerpo pero no a Sturge apretar el gatillo y que ninguno de los presentes en ese momento se animara a presentarse en una corte ha dejado a los detectives británicos con un caso muy difícil de llevar adelante con éxito.

Reapareció el horror

Revelación: un libro acusa a dos militares uno fallecido en combate de cometer atrocidades contra soldados argentinos durante la guerra del Atlántico Sur.
LONDRES.- "Green Eyed Boys" el título de la obra que volvió a reflotar el tema de los crímenes de Guerra de las Malvinas que será publicada el jueves de la semana próxima da una idea de lo que contiene.
La frase "Green Eyed" echó raíces en el idioma inglés de boca del Otelo de Shakespeare quien mencionó al "monstruo de ojos verdes" como sinónimo de los celos. Con el tiempo sin embargo el término ha pasado a significar una "inhumanidad réptil" asociada con personajes jóvenes ("green" verde hace referencia a la inmadurez) en novelas y películas de terror.
Lo descripto por Adrian Weale ex oficial de inteligencia militar hoy historiador y Jennings ex miembro del Regimiento de Paracaidistas Territoriales ahora periodista televisivo no está muy lejos.
El primer involucrado es Gary "Louis" Sturge entonces un corporal (primer rango del ejército) en el tercer batallón del regimiento de paracaidistas. Testigos aseguran que fue él el responsable de la muerte de un soldado argentino herido tras la batalla de Mount Longdon.
El incidente ocurrió al final de 12 horas de lucha hombre a hombre en la noche del 11 al 12 de junio de 1982. Fue entonces cuando Sturge a cargo de un grupo de hombres comenzó a enterrar los cuerpos de 23 de sus colegas así como los del enemigo. En el proceso Sturge se encontró con un soldado argentino herido en una pierna y preguntó a su superior sargento mayor Alec Munro qué hacer con él. Este le indicó que lo colocara con el resto de los prisioneros de guerra.
El libro sostiene que Sturge arrastró al soldado y desenfundó una pistola. Un testigo recuerda cómo el joven argentino se dio cuenta de lo que iba a pasar y comenzó a gritar al tiempo que mostraba un crucifijo que pendía de su cuello. Los gritos del prisionero alertaron al capitán Tony Mason quien se encontraba a metros del lugar. Mason asegura que vio cómo el soldado argentino fue herido en la cabeza y cayó de inmediato en lo que constituía una tumba abierta. "Sturge estaba temblando visiblemente justo al tope del promontorio rocoso y yo pensé que me iba a tirar a mí también" señala el capitán en el libro.
Cuando Mason le preguntó por qué había disparado Sturge contestó: "Era un francotirador era un francotirador". El libro pinta la atmósfera de tensión rayana en la paranoia que existía entre estos hombres. La histeria fue tal que en un momento dado de la batalla estuvieron a punto de matar a sus propios compañeros. Aun así Mason cuenta cómo el sargento mayor Thor Caithness llegó de inmediato a la escena del crimen apuntó su rifle al pecho de Sturge y le ordenó arrojar su arma.

Colección de orejas

El segundo presunto criminal de guerra fue el corporal Stewart McLaughlin quien fue privado de honores póstumos por la grosera colección de orejas que había arrancado del enemigo. Weale y Jennings dicen que al menos uno de estos infames "trofeos" fue removido de un soldado argentino todavía vivo. El nombre de McLaughlin no figura en la lista de héroes.
Las atrocidades reveladas por "Green Eyed Boys" no sólo señalan por víctimas a los argentinos. Un alto "no-commissioned officer" (NCO militar responsable de un grupo de soldados pero sin rango de oficial) fue puesto al borde de la ejecución acusado de cobardía sin previo juicio luego de que sus compañeros descubrieron que se había escondido durante el combate. Fue sólo cuando uno de sus pares se dio cuenta de que el supuesto desertor sufría una enfermedad mental que el fusilamiento no tuvo lugar.
Tras un paso por Irlanda del Norte Sturge dejó el ejército con el rango de sargento para ingresar en una empresa privada de seguridad. Esto ocurrió hace dos años justo cuando Scotland Yard terminaba sus investigaciones sobre crímenes de guerra en las Malvinas las cuales fueron calificadas como "insuficientes" por la directora de la fiscalía pública (DPP) Barbara Mills.
Lo que este nuevo libro ofrece no es tanto la posibilidad de una reapertura del caso sino la ocasión de conocer algo de una verdad que es probable que no salga totalmente a la luz en muchos años.
Si hay alguien que bien lo sabe es el propio Sturge quien en una entrevista con The Sunday Times dijo no estar preocupado en lo más mínimo. "Cada hombre tiene derecho a decir lo que quiere. Este país nos da libertad de palabra. Esta es una de las principales razones por las que fuimos allí (Malvinas): para darles a esos ciudadanos británicos libertad de palabra. Voy a dormir feliz -aseguró- y me despierto feliz."

La historia oculta

Hasta que en 1992 publicó "Viaje al infierno" el británico Vincent Bramley sólo era uno más entre los veteranos de las Malvinas. Pero ese libro cambió su historia y la del conflicto al poner sobre el papel la leyenda negra del enfrentamiento esa que desde que terminó la guerra hablaba de atrocidades crímenes y fusilamientos. Bramley sólo se ahorró los nombres pero no le faltaron detalles sobre el asesinato de argentinos previamente mutilados en algunos de sus miembros o en sus orejas.
La reacción tanto en Londres como en Buenos Aires no se hizo esperar. Así mientras el conservador The Daily Telegraph calificaba las versiones como "una ofensa contra las fuerzas armadas británicas" Scotland Yard inició una investigación que incluyó dos viajes a las islas y una a Buenos Aires allá por octubre de 1993. Sin embargo en julio de 1994 la fiscalía británica daba por cerrado el caso porque argumentó "no hay evidencia segura como para llevar adelante cargos reales contra persona alguna por ofensa criminal alguna". Aunque Scotland Yard había tomado 470 declaraciones la mayoría había sido "hearings" es decir no declaraciones presenciales sino repetición de historias contadas por otros un testimonio que en la legislación británica no tiene valor para iniciar acciones legales.
En Buenos Aires en tanto se sumaba la declaración del cabo José Carrizo quien aseguró que había sido víctima de un intento de fusilamiento en Monte Longdon. Una comisión de Defensa investigó el tema y después de que trascendió que habría pruebas sobre el fusilamiento de nueve soldados argentinos presentó sus conclusiones al auditor general de las FF.AA. brigadier Eugenio Miari quien en agosto de 1994 elevó un informe al ministro de Defensa Oscar Camilión en el que consideró necesario recopilar nuevos datos sobre la batalla de Monte Longdon el caso del cabo Carrizo y el hundimiento del crucero General Belgrano. Esa tarea le fue encomendada a otra comisión presidida por el general Mario Díaz que hasta hoy no arrojó resultados concretos.

Un infierno de 18 horas

"Era una noche muy clara estrellada e iluminada por las bengalas inglesas por lo que pude ver perfectamente cuando varios ingleses fusilaban a un soldado que había caído herido. Mi visión era perfecta." Crudo el testimonio que el ex cabo Gustavo Pedemonte brindó a La Nacion en agosto de 1993 arroja parte de la visión de los combatientes argentinos sobre ese infierno que cayó durante 18 horas a mediados de junio de 1982 sobre el accidente geográfico donde se produjo lo peor de la guerra: Monte Longdon batalla hacia donde apunta la mayoría de las denuncias sobre crímenes en las Malvinas.
"Toda la batalla de Monte Longdon estuvo envuelta por condiciones muy confusas" aseguró por ejemplo una alta fuente de Defensa cuando las denuncias de Bramley calaban hondo entre los ex combatientes argentinos.
Parte de la última cadena montañosa que rodea a Puerto Argentino Monte Longdon fue el último baluarte de los argentinos en la batalla por las Malvinas. Allí se enfrentaron básicamente el Regimiento N° 7 de Infantería con el 3er batallón de paracaidistas británicos. A la 1.20 del 13 de junio de 1982 un día antes de la rendición final el Estado Mayor Conjunto daba a conocer el siguiente comunicado: "1. A las 2.50 de hoy el enemigo comenzó el avance de sus tropas con un total de 4500 hombres muy bien equipados con armamento de alta tecnología aprovechando la línea de cerros en dirección a Puerto Argentino. 2. Las tropas enemigas conquistaron Monte Dos Hermanas y parte de Monte Harriet. En el frente determinado por los montes Langdon (sic) y Harriet fueron contenidos por fuerzas argentinas... Como conclusión cabe consignar que el desarrollo de las acciones ha permitido comprobar el empleo masivo de fuerzas inglesas con gran disponibilidad de medios y buenos elementos de apoyo. A esta actitud se opone una fuerza propia con un buen nivel técnico adecuadamente equipada y con excelente espíritu combativo". Atrás quedaban 52 muertos y 97 heridos entre ambos bandos.

Repercusiones

Cuando se conocieron las primeras acusaciones sobre atrocidades de los británicos en esa batalla dos veces desde la Argentina negaron conocer tal situación. Uno de ellos fue el teniente general Martín Balza quien dijo que ni a la fuerza bajo su mando ni a él que combatió en Malvinas los excesos le constaban. Otro combatiente Aldo Rico dijo ignorar si hubo hechos de esa naturaleza.

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