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miércoles, 26 de noviembre de 2014

LA SEGUNDA BOFETADA A VERNON POR PARTE DE LOS ESPAÑOLES FUE EN CUBA.

FUENTE: https://www.facebook.com/autonomiaparapuertorico/photos/a.254473471348554.57267.254040468058521/609424685853429/?type=1&theater

Francisco Antonio Cagigal de la Vega, (...nacido en 1695 en Hoz de Anero, Ribamontán al Monte, Cantabria, y fallecido en su localidad natal en 1777), fue un activo militar español, que tomó parte en numerosas batallas durante el siglo XVIII. Fue también gobernador de Cuba (1747 - 1760)

Durante 1727 participó en el sitio de Gibraltar, y en 1732, tomó parte junto con Juan Francisco de Güemes, conde de Revillagigedo, en la conquista de Orán. Fue nombrado teniente general.Trasladado a Santiago de Cuba, entre 1741 y 1742 dirigió la defensa frente el asalto británico. Cinco años después es nombrado Gobernador de Cuba, cargo que ostentaría durante trece años, hasta 1760, durante el cual promulgó decretos tales como el del libre comercio del hierro y el acero. Ese año fue nombrado Virrey de Nueva España, ocupando el cargo durante cinco meses.

Regresó a España tomando parte en la Guerra de los Siete Años, frente a ingleses y portugueses.Despues de este resumen de la vida de nuestro personaje de hoy, nos centraremos en los hechos que lo hicieron merecedor de ser elegido para formar parte de nuestra reopilacion de heroes españoles. Y el culpable fue el almirante ingles Edward Vernon, que acaba de recibir la mayor derrota sufrida por la royal navy en su historia, venia de Cartagena de Indias, donde nuestro Blas de Lezo lo puso en su sitio y se fijo en Cuba a para resarcirse del varapalo que acaba de sufrir.

Vernon se encontraba trastornado y en pleno estado de shock. Caminaba preocupado de un lado a otro dentro del despacho de su navío insignia Princess Caroline. Tarde o temprano en Inglaterra se preguntarían cuándo retornarían la armada y sus marineros. Era cuestión de tiempo que en Europa se conociera la verdad. Debía asestar un nuevo golpe a una ciudad enemiga de importancia capital. Tal vez así mermarían los futuros comentarios y salvaría su cuestionable reputación. Pero… ¿dónde atacar? Preparativos para invadir el oriente cubano.

Edward Vernon atracó en Jamaica junto con los restos de su flota. Allí contó con la ayuda del gobernador Trelawney para reparar las embarcaciones y reorganizar las fuerzas. Tras un breve período de descanso ideó un plan para capturar Santiago de Cuba, segunda ciudad en importancia de la mayor de las Antillas. No obstante, el proyecto iba un poco más allá, pues Vernon junto al general Wenworth pretendía apoderarse de toda Cuba una vez dominada la urbe.

A sabiendas de que la escuadra española de Rodrigo de Torres no podía salir de la rada habanera porque buques británicos bloqueaban su salida, el almirante inglés partió de Jamaica con nueve navíos de guerra, otras tantas fragatas y 40 naves de transporte. En total, una fuerza expedicionaria de 3 400 efectivos, incluido un regimiento de voluntarios de las Trece Colonias, al mando de Lawrence Washington, medio hermano del primer presidente de los Estados Unidos, George Washington.

Veintiún años antes de la Toma de La Habana por los ingleses (1762) desembarcaron “casacas rojas” por la bahía de Guantánamo. Rápidamente fortificaron Playa del Este, punto estratégico a la entrada de la bahía, y fundaron la villa de Cumberland, en honor al Duque de Cumberland, hermano del rey Jorge II. A los pocos días tenían las condiciones creadas para atacar por tierra a Santiago de Cuba, pues una incursión marítima podría otorgarle ventaja a las baterías del Morro y la Socapa.

Desde la base de operaciones en Cumberland, el general Wentworth arribó a Santa Catalina, hoy ciudad de Guantánamo. Allí se dispuso a marchar rumbo a Santiago, a unos 140 km de distancia. Sin embargo, careció de iniciativa debido a las enfermedades tropicales que mellaban continuamente la moral de la tropa y la labor de milicias de la zona como los “tiradores de Tiguabos”, quienes conocían el abrupto paisaje y no concedían descanso al invasor inglés. El líder de aquella guerrilla era Marcos Pérez, tatarabuelo del Mayor General Pedro Agustín (Periquito) Pérez, uno de los principales oficiales guantanameros de las guerras por la independencia.

La suerte nunca le sonrió a Vernon, pues en sus incursiones contra el imperio español se topó con dos excelentes oficiales: Blas de Lezo en Cartagena de Indias y Francisco Cagigal de la Vega en Santiago de Cuba. Este último contaba con 36 años de experiencia militar. Durante su estadía como gobernador de la ciudad santiaguera, Cagigal de la Vega desplegó un eficaz servicio de inteligencia en las colonias inglesas del área, especialmente en Jamaica. Desde años antes se previó un enfrentamiento entre España y Gran Bretaña, por lo cual la corte hispana le encargó que averiguara los movimientos de los ingleses y de sus escuadras.
Apoyado por el Capitán General Juan Francisco de Güemes y Horcasitas, Cagigal de la Vega envió al santiaguero Miguel Moncada Sandoval a tierras jamaicanas para conocer de antemano los planes británicos. Mediante un complejo ardid, donde se saboteó el timón y la vela de su embarcación, Moncada estuvo unos 15 días en el puerto inglés averiguando cuanto podía.

Mezclado entre los habitantes de aquella isla, el valeroso santiaguero percibió un ambiente bélico, pues casi todos hablaban de la futura guerra que se aproximaba. Apresuró su misión y sin levantar sospechas pudo entrever lo que se estaba obrando: una invasión al oriente cubano. Con mucho tino memorizó algunos datos vitales relativos al número de navíos ingleses, su porte, estado de la tripulación, tropas de tierra y demás información de interés. Gracias a su labor y la de otros, también enviados desde Cuba, se conoció de antemano sobre la invasión.

Los trabajos de inteligencia salvaron la situación, pues las magníficas fortificaciones de la ciudad apenas contaban con 200 soldados para su defensa. Inmediatamente después del desembarco de los ingleses, de toda la Isla se enviaron compañías de milicias y de La Habana fuerzas regulares. Arribaron a la urbe milicias procedentes de Trinidad, Sancti Spíritus, Jiguaní y Manzanillo. Blancos, mestizos, indios y esclavos se unieron bajo una misma causa: defender la tierra donde nacieron de los invasores extranjeros.
Cagigal de la Vega conocía que las probabilidades de éxito dependían de la experiencia y la estrategia que debía desarrollar para equiparar la desventaja numérica existente entre sus tropas y el enemigo. Por eso, en un primer momento, retiró el ganado de la región y cortó los demás suministros, incluso el agua. Luego ordenó a las milicias hostigar al enemigo. Del resto se encargaron el calor, las zonas pantanosas y los enjambres de mosquitos. Estos factores se conjugaron para hacer un suplicio la estadía de los británicos en Cumberland. Tras cuatro meses de intensas bajas, habían caído unos dos mil casacas rojas, más de la mitad de los efectivos desembarcados en la bahía guantanamera.

Totalmente perdida la capacidad combativa, y propenso al aniquilamiento por emboscadas y enfermedades, Vernon reconoció su derrota. Era el 20 de noviembre de 1741 cuando comenzó a reembarcar. Tras sus fracasos en Cartagena de Indias y en Santiago de Cuba volvía a Inglaterra avergonzado. Debía comunicar a Jorge II que la victoria nunca existió. Dejaba atrás la promesa de una América británica. De cara a su destino, el almirante Edward Vernon volteaba la vista al desafiante Mar Caribe mientras tragaba su orgullo y se preguntaba, una y otra vez, si las decisiones tomadas habían sido las correctas.
Según una antigua tradición cubana, la primera misa que se celebró en la Villa de San Cristóbal de La Habana, fue a la sombra de una hermosa ceiba que se encontraba por el ángulo N.E. de la actual Plaza de Armas, donde hoy se halla el Templete. En 1754, el teniente general don Francisco Antonio Cagigal y de la Vega, capitán general y gobernador de la Isla de Cuba, queriendo perpetuar este recuerdo, mandó a construir en aquel sitio un modesto monumento compuesto por un pilar de tres caras, de nueve varas de ancho sobre un zócalo de piedra de cuatro pies de altura y cinco de diámetro. Sobre lo alto de este pilar, se colocó una pequeña imagen de Nuestra Señora del Pilar, y en el zócalo se puso la siguiente inscripción:

Fundóse la Villa o Ciudad de La Habana el año 1515, y al mudarse de su primitivo asiento a la ribera de este puerto el de 1519, es tradición que en este sitio se halló una frondosa ceiba bajo de la cual se celebró la primera misa y cabildo; permaneciendo hasta el de 1753 que se esterilizó; y para perpetuar la memoria, gobernando las Españas nuestro católico monarca el señor don Fernando VI, mandó erigir este padrón el señor mariscal de campo don Francisco Cagigal de la Vega, del orden de Santiago, gobernador y capitán general de esta Isla, siendo procurador general doctor Don Manuel Felipe de Arango en 1754.

Durante el brillante mando del capitán general Cagigal y de la Vega, se terminaron la circunvalación de las murallas que protegían a esta capital, y que habían sido iniciadas un siglo antes; la batería de la Pastora, se formó al proyecto de La Cabaña, se construyó la Iglesia de Jesús María, se establecieron las oficinas de correos y de marina, y todo lo concerniente al apostadero de La Habana. Pertenecía este ilustre capitán general a la gran familia de su nombre, oriunda de Santander, marqueses de Casa-Cagigal, que dio notables militares, entre ellos tres capitanes generales y gobernadores de la isla de Cuba.

También fue miembro distinguido de este esclarecido linaje, el joven don Fernando Cagigal, capitán de granaderos, sobrino del capitán general de esta Isla, que inmoló por su patria y por su rey a esta noble familia, pereciendo en La Habana, frente a la fortaleza del Morro, en reñido combate contra los ingleses, que amenazaban a esta capital, bajo las órdenes del almirante lord Knowles.
En La Habana, mantuvo una política de fomento al comercio libre, como puente natural entre el Continente Americano y la Península, lugar de atraque y reposo de todas las flotas, sede permanente de la Armada de Barlovento hasta su extinción y responsable de las obras de defensa y fortificación de murallas y puertos. Apoyó las actividades de construcción naval de la Real Compañía de La Habana, que superó una crisis temporal al trasladarse a México el conde de Revillagigedo su principal valedor; creó un arsenal anexo al puerto y se ocupó de favorecer las actividades comerciales y el tráfico con Cádiz y Veracruz. Su designación como virrey de Nueva España coincidió con su ascenso a teniente general de los Reales Ejércitos.

A su regreso a España, en 1762, Carlos III lo incorporó al Consejo de Guerra, donde permaneció mientras estuvo en activo. Al romperse las hostilidades con Inglaterra participó en acciones militares a las órdenes delConde de Aranda, como la marcha sobre Alcántara y la ocupación de algunas poblaciones en la frontera con Portugal. Al terminar la contienda, el rey le nombró en 1768, Decano del Consejo de Guerra. Falleció en su localidad natal a los 82 años de edad, el 30 de abril de 1777.



Francisco Antonio Cagigal de la Vega, (...nacido en 1695 en Hoz de Anero, Ribamontán al Monte, Cantabria, y fallecido en su localidad natal en 1777), fue un activo militar español, que tomó parte en numerosas batallas durante el siglo XVIII. Fue también gobernador de Cuba (1747 - 1760)

Durante 1727 participó en el sitio de Gibraltar, y en 1732, tomó parte junto con Juan Francisco de Güemes, conde de Revillagigedo, en la conquista de Orán. Fue nombrado teniente general.Trasladado a Santiago de Cuba, entre 1741 y 1742 dirigió la defensa frente el asalto británico. Cinco años después es nombrado Gobernador de Cuba, cargo que ostentaría durante trece años, hasta 1760, durante el cual promulgó decretos tales como el del libre comercio del hierro y el acero. Ese año fue nombrado Virrey de Nueva España, ocupando el cargo durante cinco meses.

Regresó a España tomando parte en la Guerra de los Siete Años, frente a ingleses y portugueses.Despues de este resumen de la vida de nuestro personaje de hoy, nos centraremos en los hechos que lo hicieron merecedor de ser elegido para formar parte de nuestra reopilacion de heroes españoles. Y el culpable fue el almirante ingles Edward Vernon, que acaba de recibir la mayor derrota sufrida por la royal navy en su historia, venia de Cartagena de Indias, donde nuestro Blas de Lezo lo puso en su sitio y se fijo en Cuba a para resarcirse del varapalo que acaba de sufrir.

Vernon se encontraba trastornado y en pleno estado de shock. Caminaba preocupado de un lado a otro dentro del despacho de su navío insignia Princess Caroline. Tarde o temprano en Inglaterra se preguntarían cuándo retornarían la armada y sus marineros. Era cuestión de tiempo que en Europa se conociera la verdad. Debía asestar un nuevo golpe a una ciudad enemiga de importancia capital. Tal vez así mermarían los futuros comentarios y salvaría su cuestionable reputación. Pero… ¿dónde atacar? Preparativos para invadir el oriente cubano.

Edward Vernon atracó en Jamaica junto con los restos de su flota. Allí contó con la ayuda del gobernador Trelawney para reparar las embarcaciones y reorganizar las fuerzas. Tras un breve período de descanso ideó un plan para capturar Santiago de Cuba, segunda ciudad en importancia de la mayor de las Antillas. No obstante, el proyecto iba un poco más allá, pues Vernon junto al general Wenworth pretendía apoderarse de toda Cuba una vez dominada la urbe.

A sabiendas de que la escuadra española de Rodrigo de Torres no podía salir de la rada habanera porque buques británicos bloqueaban su salida, el almirante inglés partió de Jamaica con nueve navíos de guerra, otras tantas fragatas y 40 naves de transporte. En total, una fuerza expedicionaria de 3 400 efectivos, incluido un regimiento de voluntarios de las Trece Colonias, al mando de Lawrence Washington, medio hermano del primer presidente de los Estados Unidos, George Washington.

Veintiún años antes de la Toma de La Habana por los ingleses (1762) desembarcaron “casacas rojas” por la bahía de Guantánamo. Rápidamente fortificaron Playa del Este, punto estratégico a la entrada de la bahía, y fundaron la villa de Cumberland, en honor al Duque de Cumberland, hermano del rey Jorge II. A los pocos días tenían las condiciones creadas para atacar por tierra a Santiago de Cuba, pues una incursión marítima podría otorgarle ventaja a las baterías del Morro y la Socapa.

Desde la base de operaciones en Cumberland, el general Wentworth arribó a Santa Catalina, hoy ciudad de Guantánamo. Allí se dispuso a marchar rumbo a Santiago, a unos 140 km de distancia. Sin embargo, careció de iniciativa debido a las enfermedades tropicales que mellaban continuamente la moral de la tropa y la labor de milicias de la zona como los “tiradores de Tiguabos”, quienes conocían el abrupto paisaje y no concedían descanso al invasor inglés. El líder de aquella guerrilla era Marcos Pérez, tatarabuelo del Mayor General Pedro Agustín (Periquito) Pérez, uno de los principales oficiales guantanameros de las guerras por la independencia.

La suerte nunca le sonrió a Vernon, pues en sus incursiones contra el imperio español se topó con dos excelentes oficiales: Blas de Lezo en Cartagena de Indias y Francisco Cagigal de la Vega en Santiago de Cuba. Este último contaba con 36 años de experiencia militar. Durante su estadía como gobernador de la ciudad santiaguera, Cagigal de la Vega desplegó un eficaz servicio de inteligencia en las colonias inglesas del área, especialmente en Jamaica. Desde años antes se previó un enfrentamiento entre España y Gran Bretaña, por lo cual la corte hispana le encargó que averiguara los movimientos de los ingleses y de sus escuadras.
Apoyado por el Capitán General Juan Francisco de Güemes y Horcasitas, Cagigal de la Vega envió al santiaguero Miguel Moncada Sandoval a tierras jamaicanas para conocer de antemano los planes británicos. Mediante un complejo ardid, donde se saboteó el timón y la vela de su embarcación, Moncada estuvo unos 15 días en el puerto inglés averiguando cuanto podía.

Mezclado entre los habitantes de aquella isla, el valeroso santiaguero percibió un ambiente bélico, pues casi todos hablaban de la futura guerra que se aproximaba. Apresuró su misión y sin levantar sospechas pudo entrever lo que se estaba obrando: una invasión al oriente cubano. Con mucho tino memorizó algunos datos vitales relativos al número de navíos ingleses, su porte, estado de la tripulación, tropas de tierra y demás información de interés. Gracias a su labor y la de otros, también enviados desde Cuba, se conoció de antemano sobre la invasión.

Los trabajos de inteligencia salvaron la situación, pues las magníficas fortificaciones de la ciudad apenas contaban con 200 soldados para su defensa. Inmediatamente después del desembarco de los ingleses, de toda la Isla se enviaron compañías de milicias y de La Habana fuerzas regulares. Arribaron a la urbe milicias procedentes de Trinidad, Sancti Spíritus, Jiguaní y Manzanillo. Blancos, mestizos, indios y esclavos se unieron bajo una misma causa: defender la tierra donde nacieron de los invasores extranjeros.
Cagigal de la Vega conocía que las probabilidades de éxito dependían de la experiencia y la estrategia que debía desarrollar para equiparar la desventaja numérica existente entre sus tropas y el enemigo. Por eso, en un primer momento, retiró el ganado de la región y cortó los demás suministros, incluso el agua. Luego ordenó a las milicias hostigar al enemigo. Del resto se encargaron el calor, las zonas pantanosas y los enjambres de mosquitos. Estos factores se conjugaron para hacer un suplicio la estadía de los británicos en Cumberland. Tras cuatro meses de intensas bajas, habían caído unos dos mil casacas rojas, más de la mitad de los efectivos desembarcados en la bahía guantanamera.

Totalmente perdida la capacidad combativa, y propenso al aniquilamiento por emboscadas y enfermedades, Vernon reconoció su derrota. Era el 20 de noviembre de 1741 cuando comenzó a reembarcar. Tras sus fracasos en Cartagena de Indias y en Santiago de Cuba volvía a Inglaterra avergonzado. Debía comunicar a Jorge II que la victoria nunca existió. Dejaba atrás la promesa de una América británica. De cara a su destino, el almirante Edward Vernon volteaba la vista al desafiante Mar Caribe mientras tragaba su orgullo y se preguntaba, una y otra vez, si las decisiones tomadas habían sido las correctas.
Según una antigua tradición cubana, la primera misa que se celebró en la Villa de San Cristóbal de La Habana, fue a la sombra de una hermosa ceiba que se encontraba por el ángulo N.E. de la actual Plaza de Armas, donde hoy se halla el Templete. En 1754, el teniente general don Francisco Antonio Cagigal y de la Vega, capitán general y gobernador de la Isla de Cuba, queriendo perpetuar este recuerdo, mandó a construir en aquel sitio un modesto monumento compuesto por un pilar de tres caras, de nueve varas de ancho sobre un zócalo de piedra de cuatro pies de altura y cinco de diámetro. Sobre lo alto de este pilar, se colocó una pequeña imagen de Nuestra Señora del Pilar, y en el zócalo se puso la siguiente inscripción:

Fundóse la Villa o Ciudad de La Habana el año 1515, y al mudarse de su primitivo asiento a la ribera de este puerto el de 1519, es tradición que en este sitio se halló una frondosa ceiba bajo de la cual se celebró la primera misa y cabildo; permaneciendo hasta el de 1753 que se esterilizó; y para perpetuar la memoria, gobernando las Españas nuestro católico monarca el señor don Fernando VI, mandó erigir este padrón el señor mariscal de campo don Francisco Cagigal de la Vega, del orden de Santiago, gobernador y capitán general de esta Isla, siendo procurador general doctor Don Manuel Felipe de Arango en 1754.

Durante el brillante mando del capitán general Cagigal y de la Vega, se terminaron la circunvalación de las murallas que protegían a esta capital, y que habían sido iniciadas un siglo antes; la batería de la Pastora, se formó al proyecto de La Cabaña, se construyó la Iglesia de Jesús María, se establecieron las oficinas de correos y de marina, y todo lo concerniente al apostadero de La Habana. Pertenecía este ilustre capitán general a la gran familia de su nombre, oriunda de Santander, marqueses de Casa-Cagigal, que dio notables militares, entre ellos tres capitanes generales y gobernadores de la isla de Cuba.

También fue miembro distinguido de este esclarecido linaje, el joven don Fernando Cagigal, capitán de granaderos, sobrino del capitán general de esta Isla, que inmoló por su patria y por su rey a esta noble familia, pereciendo en La Habana, frente a la fortaleza del Morro, en reñido combate contra los ingleses, que amenazaban a esta capital, bajo las órdenes del almirante lord Knowles.
En La Habana, mantuvo una política de fomento al comercio libre, como puente natural entre el Continente Americano y la Península, lugar de atraque y reposo de todas las flotas, sede permanente de la Armada de Barlovento hasta su extinción y responsable de las obras de defensa y fortificación de murallas y puertos. Apoyó las actividades de construcción naval de la Real Compañía de La Habana, que superó una crisis temporal al trasladarse a México el conde de Revillagigedo su principal valedor; creó un arsenal anexo al puerto y se ocupó de favorecer las actividades comerciales y el tráfico con Cádiz y Veracruz. Su designación como virrey de Nueva España coincidió con su ascenso a teniente general de los Reales Ejércitos.

A su regreso a España, en 1762, Carlos III lo incorporó al Consejo de Guerra, donde permaneció mientras estuvo en activo. Al romperse las hostilidades con Inglaterra participó en acciones militares a las órdenes delConde de Aranda, como la marcha sobre Alcántara y la ocupación de algunas poblaciones en la frontera con Portugal. Al terminar la contienda, el rey le nombró en 1768, Decano del Consejo de Guerra. Falleció en su localidad natal a los 82 años de edad, el 30 de abril de 1777






Francisco Antonio Cagigal de la Vega, (...nacido en 1695 en Hoz de Anero, Ribamontán al Monte, Cantabria, y fallecido en su localidad natal en 1777), fue un activo militar español, que tomó parte en numerosas batallas durante el siglo XVIII. Fue también gobernador de Cuba (1747 - 1760)

Durante 1727 participó en el sitio de Gibraltar, y en 1732, tomó parte junto con Juan Francisco de Güemes, conde de Revillagigedo, en la conquista de Orán. Fue nombrado teniente general.Trasladado a Santiago de Cuba, entre 1741 y 1742 dirigió la defensa frente el asalto británico. Cinco años después es nombrado Gobernador de Cuba, cargo que ostentaría durante trece años, hasta 1760, durante el cual promulgó decretos tales como el del libre comercio del hierro y el acero. Ese año fue nombrado Virrey de Nueva España, ocupando el cargo durante cinco meses.

Regresó a España tomando parte en la Guerra de los Siete Años, frente a ingleses y portugueses.Despues de este resumen de la vida de nuestro personaje de hoy, nos centraremos en los hechos que lo hicieron merecedor de ser elegido para formar parte de nuestra reopilacion de heroes españoles. Y el culpable fue el almirante ingles Edward Vernon, que acaba de recibir la mayor derrota sufrida por la royal navy en su historia, venia de Cartagena de Indias, donde nuestro Blas de Lezo lo puso en su sitio y se fijo en Cuba a para resarcirse del varapalo que acaba de sufrir.

Vernon se encontraba trastornado y en pleno estado de shock. Caminaba preocupado de un lado a otro dentro del despacho de su navío insignia Princess Caroline. Tarde o temprano en Inglaterra se preguntarían cuándo retornarían la armada y sus marineros. Era cuestión de tiempo que en Europa se conociera la verdad. Debía asestar un nuevo golpe a una ciudad enemiga de importancia capital. Tal vez así mermarían los futuros comentarios y salvaría su cuestionable reputación. Pero… ¿dónde atacar? Preparativos para invadir el oriente cubano.

Edward Vernon atracó en Jamaica junto con los restos de su flota. Allí contó con la ayuda del gobernador Trelawney para reparar las embarcaciones y reorganizar las fuerzas. Tras un breve período de descanso ideó un plan para capturar Santiago de Cuba, segunda ciudad en importancia de la mayor de las Antillas. No obstante, el proyecto iba un poco más allá, pues Vernon junto al general Wenworth pretendía apoderarse de toda Cuba una vez dominada la urbe.

A sabiendas de que la escuadra española de Rodrigo de Torres no podía salir de la rada habanera porque buques británicos bloqueaban su salida, el almirante inglés partió de Jamaica con nueve navíos de guerra, otras tantas fragatas y 40 naves de transporte. En total, una fuerza expedicionaria de 3 400 efectivos, incluido un regimiento de voluntarios de las Trece Colonias, al mando de Lawrence Washington, medio hermano del primer presidente de los Estados Unidos, George Washington.

Veintiún años antes de la Toma de La Habana por los ingleses (1762) desembarcaron “casacas rojas” por la bahía de Guantánamo. Rápidamente fortificaron Playa del Este, punto estratégico a la entrada de la bahía, y fundaron la villa de Cumberland, en honor al Duque de Cumberland, hermano del rey Jorge II. A los pocos días tenían las condiciones creadas para atacar por tierra a Santiago de Cuba, pues una incursión marítima podría otorgarle ventaja a las baterías del Morro y la Socapa.

Desde la base de operaciones en Cumberland, el general Wentworth arribó a Santa Catalina, hoy ciudad de Guantánamo. Allí se dispuso a marchar rumbo a Santiago, a unos 140 km de distancia. Sin embargo, careció de iniciativa debido a las enfermedades tropicales que mellaban continuamente la moral de la tropa y la labor de milicias de la zona como los “tiradores de Tiguabos”, quienes conocían el abrupto paisaje y no concedían descanso al invasor inglés. El líder de aquella guerrilla era Marcos Pérez, tatarabuelo del Mayor General Pedro Agustín (Periquito) Pérez, uno de los principales oficiales guantanameros de las guerras por la independencia.

La suerte nunca le sonrió a Vernon, pues en sus incursiones contra el imperio español se topó con dos excelentes oficiales: Blas de Lezo en Cartagena de Indias y Francisco Cagigal de la Vega en Santiago de Cuba. Este último contaba con 36 años de experiencia militar. Durante su estadía como gobernador de la ciudad santiaguera, Cagigal de la Vega desplegó un eficaz servicio de inteligencia en las colonias inglesas del área, especialmente en Jamaica. Desde años antes se previó un enfrentamiento entre España y Gran Bretaña, por lo cual la corte hispana le encargó que averiguara los movimientos de los ingleses y de sus escuadras.
Apoyado por el Capitán General Juan Francisco de Güemes y Horcasitas, Cagigal de la Vega envió al santiaguero Miguel Moncada Sandoval a tierras jamaicanas para conocer de antemano los planes británicos. Mediante un complejo ardid, donde se saboteó el timón y la vela de su embarcación, Moncada estuvo unos 15 días en el puerto inglés averiguando cuanto podía.

Mezclado entre los habitantes de aquella isla, el valeroso santiaguero percibió un ambiente bélico, pues casi todos hablaban de la futura guerra que se aproximaba. Apresuró su misión y sin levantar sospechas pudo entrever lo que se estaba obrando: una invasión al oriente cubano. Con mucho tino memorizó algunos datos vitales relativos al número de navíos ingleses, su porte, estado de la tripulación, tropas de tierra y demás información de interés. Gracias a su labor y la de otros, también enviados desde Cuba, se conoció de antemano sobre la invasión.

Los trabajos de inteligencia salvaron la situación, pues las magníficas fortificaciones de la ciudad apenas contaban con 200 soldados para su defensa. Inmediatamente después del desembarco de los ingleses, de toda la Isla se enviaron compañías de milicias y de La Habana fuerzas regulares. Arribaron a la urbe milicias procedentes de Trinidad, Sancti Spíritus, Jiguaní y Manzanillo. Blancos, mestizos, indios y esclavos se unieron bajo una misma causa: defender la tierra donde nacieron de los invasores extranjeros.
Cagigal de la Vega conocía que las probabilidades de éxito dependían de la experiencia y la estrategia que debía desarrollar para equiparar la desventaja numérica existente entre sus tropas y el enemigo. Por eso, en un primer momento, retiró el ganado de la región y cortó los demás suministros, incluso el agua. Luego ordenó a las milicias hostigar al enemigo. Del resto se encargaron el calor, las zonas pantanosas y los enjambres de mosquitos. Estos factores se conjugaron para hacer un suplicio la estadía de los británicos en Cumberland. Tras cuatro meses de intensas bajas, habían caído unos dos mil casacas rojas, más de la mitad de los efectivos desembarcados en la bahía guantanamera.

Totalmente perdida la capacidad combativa, y propenso al aniquilamiento por emboscadas y enfermedades, Vernon reconoció su derrota. Era el 20 de noviembre de 1741 cuando comenzó a reembarcar. Tras sus fracasos en Cartagena de Indias y en Santiago de Cuba volvía a Inglaterra avergonzado. Debía comunicar a Jorge II que la victoria nunca existió. Dejaba atrás la promesa de una América británica. De cara a su destino, el almirante Edward Vernon volteaba la vista al desafiante Mar Caribe mientras tragaba su orgullo y se preguntaba, una y otra vez, si las decisiones tomadas habían sido las correctas.
Según una antigua tradición cubana, la primera misa que se celebró en la Villa de San Cristóbal de La Habana, fue a la sombra de una hermosa ceiba que se encontraba por el ángulo N.E. de la actual Plaza de Armas, donde hoy se halla el Templete. En 1754, el teniente general don Francisco Antonio Cagigal y de la Vega, capitán general y gobernador de la Isla de Cuba, queriendo perpetuar este recuerdo, mandó a construir en aquel sitio un modesto monumento compuesto por un pilar de tres caras, de nueve varas de ancho sobre un zócalo de piedra de cuatro pies de altura y cinco de diámetro. Sobre lo alto de este pilar, se colocó una pequeña imagen de Nuestra Señora del Pilar, y en el zócalo se puso la siguiente inscripción:

Fundóse la Villa o Ciudad de La Habana el año 1515, y al mudarse de su primitivo asiento a la ribera de este puerto el de 1519, es tradición que en este sitio se halló una frondosa ceiba bajo de la cual se celebró la primera misa y cabildo; permaneciendo hasta el de 1753 que se esterilizó; y para perpetuar la memoria, gobernando las Españas nuestro católico monarca el señor don Fernando VI, mandó erigir este padrón el señor mariscal de campo don Francisco Cagigal de la Vega, del orden de Santiago, gobernador y capitán general de esta Isla, siendo procurador general doctor Don Manuel Felipe de Arango en 1754.

Durante el brillante mando del capitán general Cagigal y de la Vega, se terminaron la circunvalación de las murallas que protegían a esta capital, y que habían sido iniciadas un siglo antes; la batería de la Pastora, se formó al proyecto de La Cabaña, se construyó la Iglesia de Jesús María, se establecieron las oficinas de correos y de marina, y todo lo concerniente al apostadero de La Habana. Pertenecía este ilustre capitán general a la gran familia de su nombre, oriunda de Santander, marqueses de Casa-Cagigal, que dio notables militares, entre ellos tres capitanes generales y gobernadores de la isla de Cuba.

También fue miembro distinguido de este esclarecido linaje, el joven don Fernando Cagigal, capitán de granaderos, sobrino del capitán general de esta Isla, que inmoló por su patria y por su rey a esta noble familia, pereciendo en La Habana, frente a la fortaleza del Morro, en reñido combate contra los ingleses, que amenazaban a esta capital, bajo las órdenes del almirante lord Knowles.
En La Habana, mantuvo una política de fomento al comercio libre, como puente natural entre el Continente Americano y la Península, lugar de atraque y reposo de todas las flotas, sede permanente de la Armada de Barlovento hasta su extinción y responsable de las obras de defensa y fortificación de murallas y puertos. Apoyó las actividades de construcción naval de la Real Compañía de La Habana, que superó una crisis temporal al trasladarse a México el conde de Revillagigedo su principal valedor; creó un arsenal anexo al puerto y se ocupó de favorecer las actividades comerciales y el tráfico con Cádiz y Veracruz. Su designación como virrey de Nueva España coincidió con su ascenso a teniente general de los Reales Ejércitos.

A su regreso a España, en 1762, Carlos III lo incorporó al Consejo de Guerra, donde permaneció mientras estuvo en activo. Al romperse las hostilidades con Inglaterra participó en acciones militares a las órdenes delConde de Aranda, como la marcha sobre Alcántara y la ocupación de algunas poblaciones en la frontera con Portugal. Al terminar la contienda, el rey le nombró en 1768, Decano del Consejo de Guerra. Falleció en su localidad natal a los 82 años de edad, el 30 de abril de 1777

Francisco Antonio Cagigal de la Vega, (...nacido en 1695 en Hoz de Anero, Ribamontán al Monte, Cantabria, y fallecido en su localidad natal en 1777), fue un activo militar español, que tomó parte en numerosas batallas durante el siglo XVIII. Fue también gobernador de Cuba (1747 - 1760)

Durante 1727 participó en el sitio de Gibraltar, y en 1732, tomó parte junto con Juan Francisco de Güemes, conde de Revillagigedo, en la conquista de Orán. Fue nombrado teniente general.Trasladado a Santiago de Cuba, entre 1741 y 1742 dirigió la defensa frente el asalto británico. Cinco años después es nombrado Gobernador de Cuba, cargo que ostentaría durante trece años, hasta 1760, durante el cual promulgó decretos tales como el del libre comercio del hierro y el acero. Ese año fue nombrado Virrey de Nueva España, ocupando el cargo durante cinco meses.

Regresó a España tomando parte en la Guerra de los Siete Años, frente a ingleses y portugueses.Despues de este resumen de la vida de nuestro personaje de hoy, nos centraremos en los hechos que lo hicieron merecedor de ser elegido para formar parte de nuestra reopilacion de heroes españoles. Y el culpable fue el almirante ingles Edward Vernon, que acaba de recibir la mayor derrota sufrida por la royal navy en su historia, venia de Cartagena de Indias, donde nuestro Blas de Lezo lo puso en su sitio y se fijo en Cuba a para resarcirse del varapalo que acaba de sufrir.

Vernon se encontraba trastornado y en pleno estado de shock. Caminaba preocupado de un lado a otro dentro del despacho de su navío insignia Princess Caroline. Tarde o temprano en Inglaterra se preguntarían cuándo retornarían la armada y sus marineros. Era cuestión de tiempo que en Europa se conociera la verdad. Debía asestar un nuevo golpe a una ciudad enemiga de importancia capital. Tal vez así mermarían los futuros comentarios y salvaría su cuestionable reputación. Pero… ¿dónde atacar? Preparativos para invadir el oriente cubano.

Edward Vernon atracó en Jamaica junto con los restos de su flota. Allí contó con la ayuda del gobernador Trelawney para reparar las embarcaciones y reorganizar las fuerzas. Tras un breve período de descanso ideó un plan para capturar Santiago de Cuba, segunda ciudad en importancia de la mayor de las Antillas. No obstante, el proyecto iba un poco más allá, pues Vernon junto al general Wenworth pretendía apoderarse de toda Cuba una vez dominada la urbe.

A sabiendas de que la escuadra española de Rodrigo de Torres no podía salir de la rada habanera porque buques británicos bloqueaban su salida, el almirante inglés partió de Jamaica con nueve navíos de guerra, otras tantas fragatas y 40 naves de transporte. En total, una fuerza expedicionaria de 3 400 efectivos, incluido un regimiento de voluntarios de las Trece Colonias, al mando de Lawrence Washington, medio hermano del primer presidente de los Estados Unidos, George Washington.

Veintiún años antes de la Toma de La Habana por los ingleses (1762) desembarcaron “casacas rojas” por la bahía de Guantánamo. Rápidamente fortificaron Playa del Este, punto estratégico a la entrada de la bahía, y fundaron la villa de Cumberland, en honor al Duque de Cumberland, hermano del rey Jorge II. A los pocos días tenían las condiciones creadas para atacar por tierra a Santiago de Cuba, pues una incursión marítima podría otorgarle ventaja a las baterías del Morro y la Socapa.

Desde la base de operaciones en Cumberland, el general Wentworth arribó a Santa Catalina, hoy ciudad de Guantánamo. Allí se dispuso a marchar rumbo a Santiago, a unos 140 km de distancia. Sin embargo, careció de iniciativa debido a las enfermedades tropicales que mellaban continuamente la moral de la tropa y la labor de milicias de la zona como los “tiradores de Tiguabos”, quienes conocían el abrupto paisaje y no concedían descanso al invasor inglés. El líder de aquella guerrilla era Marcos Pérez, tatarabuelo del Mayor General Pedro Agustín (Periquito) Pérez, uno de los principales oficiales guantanameros de las guerras por la independencia.

La suerte nunca le sonrió a Vernon, pues en sus incursiones contra el imperio español se topó con dos excelentes oficiales: Blas de Lezo en Cartagena de Indias y Francisco Cagigal de la Vega en Santiago de Cuba. Este último contaba con 36 años de experiencia militar. Durante su estadía como gobernador de la ciudad santiaguera, Cagigal de la Vega desplegó un eficaz servicio de inteligencia en las colonias inglesas del área, especialmente en Jamaica. Desde años antes se previó un enfrentamiento entre España y Gran Bretaña, por lo cual la corte hispana le encargó que averiguara los movimientos de los ingleses y de sus escuadras.
Apoyado por el Capitán General Juan Francisco de Güemes y Horcasitas, Cagigal de la Vega envió al santiaguero Miguel Moncada Sandoval a tierras jamaicanas para conocer de antemano los planes británicos. Mediante un complejo ardid, donde se saboteó el timón y la vela de su embarcación, Moncada estuvo unos 15 días en el puerto inglés averiguando cuanto podía.

Mezclado entre los habitantes de aquella isla, el valeroso santiaguero percibió un ambiente bélico, pues casi todos hablaban de la futura guerra que se aproximaba. Apresuró su misión y sin levantar sospechas pudo entrever lo que se estaba obrando: una invasión al oriente cubano. Con mucho tino memorizó algunos datos vitales relativos al número de navíos ingleses, su porte, estado de la tripulación, tropas de tierra y demás información de interés. Gracias a su labor y la de otros, también enviados desde Cuba, se conoció de antemano sobre la invasión.

Los trabajos de inteligencia salvaron la situación, pues las magníficas fortificaciones de la ciudad apenas contaban con 200 soldados para su defensa. Inmediatamente después del desembarco de los ingleses, de toda la Isla se enviaron compañías de milicias y de La Habana fuerzas regulares. Arribaron a la urbe milicias procedentes de Trinidad, Sancti Spíritus, Jiguaní y Manzanillo. Blancos, mestizos, indios y esclavos se unieron bajo una misma causa: defender la tierra donde nacieron de los invasores extranjeros.
Cagigal de la Vega conocía que las probabilidades de éxito dependían de la experiencia y la estrategia que debía desarrollar para equiparar la desventaja numérica existente entre sus tropas y el enemigo. Por eso, en un primer momento, retiró el ganado de la región y cortó los demás suministros, incluso el agua. Luego ordenó a las milicias hostigar al enemigo. Del resto se encargaron el calor, las zonas pantanosas y los enjambres de mosquitos. Estos factores se conjugaron para hacer un suplicio la estadía de los británicos en Cumberland. Tras cuatro meses de intensas bajas, habían caído unos dos mil casacas rojas, más de la mitad de los efectivos desembarcados en la bahía guantanamera.

Totalmente perdida la capacidad combativa, y propenso al aniquilamiento por emboscadas y enfermedades, Vernon reconoció su derrota. Era el 20 de noviembre de 1741 cuando comenzó a reembarcar. Tras sus fracasos en Cartagena de Indias y en Santiago de Cuba volvía a Inglaterra avergonzado. Debía comunicar a Jorge II que la victoria nunca existió. Dejaba atrás la promesa de una América británica. De cara a su destino, el almirante Edward Vernon volteaba la vista al desafiante Mar Caribe mientras tragaba su orgullo y se preguntaba, una y otra vez, si las decisiones tomadas habían sido las correctas.
Según una antigua tradición cubana, la primera misa que se celebró en la Villa de San Cristóbal de La Habana, fue a la sombra de una hermosa ceiba que se encontraba por el ángulo N.E. de la actual Plaza de Armas, donde hoy se halla el Templete. En 1754, el teniente general don Francisco Antonio Cagigal y de la Vega, capitán general y gobernador de la Isla de Cuba, queriendo perpetuar este recuerdo, mandó a construir en aquel sitio un modesto monumento compuesto por un pilar de tres caras, de nueve varas de ancho sobre un zócalo de piedra de cuatro pies de altura y cinco de diámetro. Sobre lo alto de este pilar, se colocó una pequeña imagen de Nuestra Señora del Pilar, y en el zócalo se puso la siguiente inscripción:

Fundóse la Villa o Ciudad de La Habana el año 1515, y al mudarse de su primitivo asiento a la ribera de este puerto el de 1519, es tradición que en este sitio se halló una frondosa ceiba bajo de la cual se celebró la primera misa y cabildo; permaneciendo hasta el de 1753 que se esterilizó; y para perpetuar la memoria, gobernando las Españas nuestro católico monarca el señor don Fernando VI, mandó erigir este padrón el señor mariscal de campo don Francisco Cagigal de la Vega, del orden de Santiago, gobernador y capitán general de esta Isla, siendo procurador general doctor Don Manuel Felipe de Arango en 1754.

Durante el brillante mando del capitán general Cagigal y de la Vega, se terminaron la circunvalación de las murallas que protegían a esta capital, y que habían sido iniciadas un siglo antes; la batería de la Pastora, se formó al proyecto de La Cabaña, se construyó la Iglesia de Jesús María, se establecieron las oficinas de correos y de marina, y todo lo concerniente al apostadero de La Habana. Pertenecía este ilustre capitán general a la gran familia de su nombre, oriunda de Santander, marqueses de Casa-Cagigal, que dio notables militares, entre ellos tres capitanes generales y gobernadores de la isla de Cuba.

También fue miembro distinguido de este esclarecido linaje, el joven don Fernando Cagigal, capitán de granaderos, sobrino del capitán general de esta Isla, que inmoló por su patria y por su rey a esta noble familia, pereciendo en La Habana, frente a la fortaleza del Morro, en reñido combate contra los ingleses, que amenazaban a esta capital, bajo las órdenes del almirante lord Knowles.
En La Habana, mantuvo una política de fomento al comercio libre, como puente natural entre el Continente Americano y la Península, lugar de atraque y reposo de todas las flotas, sede permanente de la Armada de Barlovento hasta su extinción y responsable de las obras de defensa y fortificación de murallas y puertos. Apoyó las actividades de construcción naval de la Real Compañía de La Habana, que superó una crisis temporal al trasladarse a México el conde de Revillagigedo su principal valedor; creó un arsenal anexo al puerto y se ocupó de favorecer las actividades comerciales y el tráfico con Cádiz y Veracruz. Su designación como virrey de Nueva España coincidió con su ascenso a teniente general de los Reales Ejércitos.

A su regreso a España, en 1762, Carlos III lo incorporó al Consejo de Guerra, donde permaneció mientras estuvo en activo. Al romperse las hostilidades con Inglaterra participó en acciones militares a las órdenes delConde de Aranda, como la marcha sobre Alcántara y la ocupación de algunas poblaciones en la frontera con Portugal. Al terminar la contienda, el rey le nombró en 1768, Decano del Consejo de Guerra. Falleció en su localidad natal a los 82 años de edad, el 30 de abril de 1777


Francisco Antonio Cagigal de la Vega, (...nacido en 1695 en Hoz de Anero, Ribamontán al Monte, Cantabria, y fallecido en su localidad natal en 1777), fue un activo militar español, que tomó parte en numerosas batallas durante el siglo XVIII. Fue también gobernador de Cuba (1747 - 1760)

Durante 1727 participó en el sitio de Gibraltar, y en 1732, tomó parte junto con Juan Francisco de Güemes, conde de Revillagigedo, en la conquista de Orán. Fue nombrado teniente general.Trasladado a Santiago de Cuba, entre 1741 y 1742 dirigió la defensa frente el asalto británico. Cinco años después es nombrado Gobernador de Cuba, cargo que ostentaría durante trece años, hasta 1760, durante el cual promulgó decretos tales como el del libre comercio del hierro y el acero. Ese año fue nombrado Virrey de Nueva España, ocupando el cargo durante cinco meses.

Regresó a España tomando parte en la Guerra de los Siete Años, frente a ingleses y portugueses.Despues de este resumen de la vida de nuestro personaje de hoy, nos centraremos en los hechos que lo hicieron merecedor de ser elegido para formar parte de nuestra reopilacion de heroes españoles. Y el culpable fue el almirante ingles Edward Vernon, que acaba de recibir la mayor derrota sufrida por la royal navy en su historia, venia de Cartagena de Indias, donde nuestro Blas de Lezo lo puso en su sitio y se fijo en Cuba a para resarcirse del varapalo que acaba de sufrir.

Vernon se encontraba trastornado y en pleno estado de shock. Caminaba preocupado de un lado a otro dentro del despacho de su navío insignia Princess Caroline. Tarde o temprano en Inglaterra se preguntarían cuándo retornarían la armada y sus marineros. Era cuestión de tiempo que en Europa se conociera la verdad. Debía asestar un nuevo golpe a una ciudad enemiga de importancia capital. Tal vez así mermarían los futuros comentarios y salvaría su cuestionable reputación. Pero… ¿dónde atacar? Preparativos para invadir el oriente cubano.

Edward Vernon atracó en Jamaica junto con los restos de su flota. Allí contó con la ayuda del gobernador Trelawney para reparar las embarcaciones y reorganizar las fuerzas. Tras un breve período de descanso ideó un plan para capturar Santiago de Cuba, segunda ciudad en importancia de la mayor de las Antillas. No obstante, el proyecto iba un poco más allá, pues Vernon junto al general Wenworth pretendía apoderarse de toda Cuba una vez dominada la urbe.

A sabiendas de que la escuadra española de Rodrigo de Torres no podía salir de la rada habanera porque buques británicos bloqueaban su salida, el almirante inglés partió de Jamaica con nueve navíos de guerra, otras tantas fragatas y 40 naves de transporte. En total, una fuerza expedicionaria de 3 400 efectivos, incluido un regimiento de voluntarios de las Trece Colonias, al mando de Lawrence Washington, medio hermano del primer presidente de los Estados Unidos, George Washington.

Veintiún años antes de la Toma de La Habana por los ingleses (1762) desembarcaron “casacas rojas” por la bahía de Guantánamo. Rápidamente fortificaron Playa del Este, punto estratégico a la entrada de la bahía, y fundaron la villa de Cumberland, en honor al Duque de Cumberland, hermano del rey Jorge II. A los pocos días tenían las condiciones creadas para atacar por tierra a Santiago de Cuba, pues una incursión marítima podría otorgarle ventaja a las baterías del Morro y la Socapa.

Desde la base de operaciones en Cumberland, el general Wentworth arribó a Santa Catalina, hoy ciudad de Guantánamo. Allí se dispuso a marchar rumbo a Santiago, a unos 140 km de distancia. Sin embargo, careció de iniciativa debido a las enfermedades tropicales que mellaban continuamente la moral de la tropa y la labor de milicias de la zona como los “tiradores de Tiguabos”, quienes conocían el abrupto paisaje y no concedían descanso al invasor inglés. El líder de aquella guerrilla era Marcos Pérez, tatarabuelo del Mayor General Pedro Agustín (Periquito) Pérez, uno de los principales oficiales guantanameros de las guerras por la independencia.

La suerte nunca le sonrió a Vernon, pues en sus incursiones contra el imperio español se topó con dos excelentes oficiales: Blas de Lezo en Cartagena de Indias y Francisco Cagigal de la Vega en Santiago de Cuba. Este último contaba con 36 años de experiencia militar. Durante su estadía como gobernador de la ciudad santiaguera, Cagigal de la Vega desplegó un eficaz servicio de inteligencia en las colonias inglesas del área, especialmente en Jamaica. Desde años antes se previó un enfrentamiento entre España y Gran Bretaña, por lo cual la corte hispana le encargó que averiguara los movimientos de los ingleses y de sus escuadras.
Apoyado por el Capitán General Juan Francisco de Güemes y Horcasitas, Cagigal de la Vega envió al santiaguero Miguel Moncada Sandoval a tierras jamaicanas para conocer de antemano los planes británicos. Mediante un complejo ardid, donde se saboteó el timón y la vela de su embarcación, Moncada estuvo unos 15 días en el puerto inglés averiguando cuanto podía.

Mezclado entre los habitantes de aquella isla, el valeroso santiaguero percibió un ambiente bélico, pues casi todos hablaban de la futura guerra que se aproximaba. Apresuró su misión y sin levantar sospechas pudo entrever lo que se estaba obrando: una invasión al oriente cubano. Con mucho tino memorizó algunos datos vitales relativos al número de navíos ingleses, su porte, estado de la tripulación, tropas de tierra y demás información de interés. Gracias a su labor y la de otros, también enviados desde Cuba, se conoció de antemano sobre la invasión.

Los trabajos de inteligencia salvaron la situación, pues las magníficas fortificaciones de la ciudad apenas contaban con 200 soldados para su defensa. Inmediatamente después del desembarco de los ingleses, de toda la Isla se enviaron compañías de milicias y de La Habana fuerzas regulares. Arribaron a la urbe milicias procedentes de Trinidad, Sancti Spíritus, Jiguaní y Manzanillo. Blancos, mestizos, indios y esclavos se unieron bajo una misma causa: defender la tierra donde nacieron de los invasores extranjeros.
Cagigal de la Vega conocía que las probabilidades de éxito dependían de la experiencia y la estrategia que debía desarrollar para equiparar la desventaja numérica existente entre sus tropas y el enemigo. Por eso, en un primer momento, retiró el ganado de la región y cortó los demás suministros, incluso el agua. Luego ordenó a las milicias hostigar al enemigo. Del resto se encargaron el calor, las zonas pantanosas y los enjambres de mosquitos. Estos factores se conjugaron para hacer un suplicio la estadía de los británicos en Cumberland. Tras cuatro meses de intensas bajas, habían caído unos dos mil casacas rojas, más de la mitad de los efectivos desembarcados en la bahía guantanamera.

Totalmente perdida la capacidad combativa, y propenso al aniquilamiento por emboscadas y enfermedades, Vernon reconoció su derrota. Era el 20 de noviembre de 1741 cuando comenzó a reembarcar. Tras sus fracasos en Cartagena de Indias y en Santiago de Cuba volvía a Inglaterra avergonzado. Debía comunicar a Jorge II que la victoria nunca existió. Dejaba atrás la promesa de una América británica. De cara a su destino, el almirante Edward Vernon volteaba la vista al desafiante Mar Caribe mientras tragaba su orgullo y se preguntaba, una y otra vez, si las decisiones tomadas habían sido las correctas.
Según una antigua tradición cubana, la primera misa que se celebró en la Villa de San Cristóbal de La Habana, fue a la sombra de una hermosa ceiba que se encontraba por el ángulo N.E. de la actual Plaza de Armas, donde hoy se halla el Templete. En 1754, el teniente general don Francisco Antonio Cagigal y de la Vega, capitán general y gobernador de la Isla de Cuba, queriendo perpetuar este recuerdo, mandó a construir en aquel sitio un modesto monumento compuesto por un pilar de tres caras, de nueve varas de ancho sobre un zócalo de piedra de cuatro pies de altura y cinco de diámetro. Sobre lo alto de este pilar, se colocó una pequeña imagen de Nuestra Señora del Pilar, y en el zócalo se puso la siguiente inscripción:

Fundóse la Villa o Ciudad de La Habana el año 1515, y al mudarse de su primitivo asiento a la ribera de este puerto el de 1519, es tradición que en este sitio se halló una frondosa ceiba bajo de la cual se celebró la primera misa y cabildo; permaneciendo hasta el de 1753 que se esterilizó; y para perpetuar la memoria, gobernando las Españas nuestro católico monarca el señor don Fernando VI, mandó erigir este padrón el señor mariscal de campo don Francisco Cagigal de la Vega, del orden de Santiago, gobernador y capitán general de esta Isla, siendo procurador general doctor Don Manuel Felipe de Arango en 1754.

Durante el brillante mando del capitán general Cagigal y de la Vega, se terminaron la circunvalación de las murallas que protegían a esta capital, y que habían sido iniciadas un siglo antes; la batería de la Pastora, se formó al proyecto de La Cabaña, se construyó la Iglesia de Jesús María, se establecieron las oficinas de correos y de marina, y todo lo concerniente al apostadero de La Habana. Pertenecía este ilustre capitán general a la gran familia de su nombre, oriunda de Santander, marqueses de Casa-Cagigal, que dio notables militares, entre ellos tres capitanes generales y gobernadores de la isla de Cuba.

También fue miembro distinguido de este esclarecido linaje, el joven don Fernando Cagigal, capitán de granaderos, sobrino del capitán general de esta Isla, que inmoló por su patria y por su rey a esta noble familia, pereciendo en La Habana, frente a la fortaleza del Morro, en reñido combate contra los ingleses, que amenazaban a esta capital, bajo las órdenes del almirante lord Knowles.
En La Habana, mantuvo una política de fomento al comercio libre, como puente natural entre el Continente Americano y la Península, lugar de atraque y reposo de todas las flotas, sede permanente de la Armada de Barlovento hasta su extinción y responsable de las obras de defensa y fortificación de murallas y puertos. Apoyó las actividades de construcción naval de la Real Compañía de La Habana, que superó una crisis temporal al trasladarse a México el conde de Revillagigedo su principal valedor; creó un arsenal anexo al puerto y se ocupó de favorecer las actividades comerciales y el tráfico con Cádiz y Veracruz. Su designación como virrey de Nueva España coincidió con su ascenso a teniente general de los Reales Ejércitos.

A su regreso a España, en 1762, Carlos III lo incorporó al Consejo de Guerra, donde permaneció mientras estuvo en activo. Al romperse las hostilidades con Inglaterra participó en acciones militares a las órdenes delConde de Aranda, como la marcha sobre Alcántara y la ocupación de algunas poblaciones en la frontera con Portugal. Al terminar la contienda, el rey le nombró en 1768, Decano del Consejo de Guerra. Falleció en su localidad natal a los 82 años de edad, el 30 de abril de 1777







1 comentario:

  1. La historia completa y rigurosa, sin novelar, escrita por un linense , en www.labatalladecartagenadeindias.com

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